Durag un accesorio como símbolo de resistencia

Publicado el 6 de noviembre de 2025, 19:01

Movimiento cultural

El durag nació en el siglo XIX, utilizado por personas afrodescendientes para proteger su cabello y mantener los peinados trenzados o las ondas durante el descanso. Durante el movimiento del Black Power en los años 60 y 70, el durag se transformó en un símbolo de orgullo y resistencia cultural, representando la identidad y la belleza negra.

En los años 90 y 2000, el durag trascendió lo funcional y se convirtió en un ícono de la moda urbana, popularizado por artistas de hip-hop y figuras del deporte. Hoy, el durag combina tradición, cultura y estilo: sigue siendo una herramienta esencial para el cuidado del cabello afro, pero también un accesorio de autoexpresión y empoderamiento.

Identidad y orgullo

El durag es mucho más que un accesorio. Su historia está entretejida con la lucha, la expresión y la identidad del pueblo afrodescendiente. Nació como una herramienta práctica para proteger el cabello, preservar las ondas y mantener los peinados trenzados, pero con el tiempo se convirtió en un símbolo de resistencia cultural.

Durante el movimiento del Black Power en los años 60 y 70, el durag se transformó en un estandarte silencioso de orgullo y autodeterminación. Su uso era una afirmación: “mi cabello, mi cultura y mi historia merecen respeto”. En las décadas siguientes, especialmente en los 90 y 2000, el durag cruzó fronteras y se convirtió en un ícono del hip-hop, fusionando estética, autenticidad y pertenencia.

Hoy, el durag sigue evolucionando. Lo que antes fue símbolo de lucha ahora también representa autoexpresión, estilo y empoderamiento. En pasarelas, videoclips o en la vida cotidiana, continúa recordando que la moda puede ser un acto de memoria, orgullo y libertad.

El durag trasciende su función original: es una declaración de identidad y una celebración de la belleza negra en todas sus formas. Cada persona que lo usa reivindica una historia colectiva que ha resistido el olvido, demostrando que la elegancia y la dignidad pueden tejerse, literalmente, en cada pliegue de satén.